La mera elección del nombre de la nueva casa discográfica definía su objetivo. El Alerce es una especie arbórea típica de Chiloé, resistente, generosa, firme, tal como debía ser el canto ante la arremetida dictatorial. El slogan era aún más delator: la otra música. O lo que era lo mismo: la música que no estaba sonando en las radios ni en los canales de televisión; en realidad, la música que estaba sonando sólo en las peñas.

El logotipo del sello, diseñado el año 75 por el diseñador Juan Lazo, representaba  fielmente los objetivos al momento de su creación: un arbol caído y otro que se levanta, simbolizando el renacimiento del canto popular. “En ese momento había un diseñador  que se llamaba Tomás Pérez Lavín y el nos sugirió unos arboles y nosotros pensabamos en el Alerce porque era un arbol que aguantaba mucho”, recalca Carlos Necochea, ex Curacas y director artístico del sello

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